Cuando más abrumada
estoy y mi espíritu esta triste, le
pregunto a Jesús: ¿Señor, como puede tu corazón aguantar tanto rechazo, tanto
odio, tanto engañó, tanta maldad por parte de la humanidad?
Les confieso que en ese instante comienzo a llorar y desde lo más profundo
de mi corazón le pido perdón al Señor por no sacar el tiempo suficiente para
orar, no haber tenido la valentía
suficiente para preguntarle a alguien desconocido si conoce a Jesús. Le pido perdón por no haber tenido la
paciencia suficiente en el momento de hacer las tareas con mi hija, por no haber tenido la suficiente templanza
en medio de una situación difícil en el trabajo, por no haber tomado el tiempo suficiente de
contemplar la hermosura de su creación. Y
nuevamente me quedo sumergida en esa sola pregunta la cual tiene un peso
profundo y una respuesta eterna: Señor Jesús, ¿Porque tu amor es tan grande? ¿Cómo puedes manejar tanto dolor y aun así tu
misericordia y tu gracia prevalecen?
Es en ese preciso momento cuando le pido a Jesús en mi mayor debilidad y tristeza:
"Permíteme Jesús:
·
Poder
ver a cada persona a través de sus ojos· Poder amar con la misma intensidad que tu nos ama
· Poder servir incondicionalmente
· Poder perdonar dejando atrás toda memoria de dolor y resentimiento
·
Poder
dar una palabra de aliento donde mi voz solo sea el instrumento que utilices
para que se escuche tu voz
·
Poder
enseñarles a otros con la pasión que tu le enseñaste a tus discípulos
Hay momentos en
nuestra vida en el cual por circunstancias difíciles reflexionamos en donde
estamos, porque estamos ahí y hacia donde queremos llegar. Es justo en esos momentos donde reflexiono en
el gran amor de Jesús y me retumba en lo más profundo de mi corazón el texto
que dice: La voluntad de Dios es BUENA, AGRADABLE Y PERFECTA. Luego, una voz muy fuerte dentro de mi me
dice: “Con sus plumas te cubrirá, y debajo de sus alas estarás
seguro. Pues a sus ángeles mandará
acerca de ti, que te guarden en todos tus caminos. En las manos te llevarán,
para que tu pie no tropiece en piedra” Que poderoso es el Salmo 91.
El Señor Jesús
siempre tiene una forma muy peculiar de dejarme saber a través de la naturaleza
que espera de nosotros; y hoy no fue la excepción…
Toda gota de agua que cae en
un rio, su honda comienza muy pequeña y al multiplicarse se hace cada vez más
grande. De esta misma forma debemos trabajar
nosotros para poder llevar la luz de Cristo a todo el mundo. Como una gota de agua debemos comenzar en
nuestro hogar declarando este pequeño decreto con el cual nos comprometamos a:
“Ver a través de los ojos de Jesús, amar con intensidad al
prójimo, servir incondicionalmente, perdonar dejando atrás todo dolor y
resentimiento, enseñar las buenas nuevas del evangelio de Jesús con pasión y ser
la voz de Jesús en este mundo”.
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